Las Nebulas
Maria Montessori observa que el niño no posee un modelo hereditario a seguir, sino potencialidades que pueden llevarle a desarrollar diferentes habilidades.
"...hemos formulado el concepto de "nébula", comparando las energías creativas que guiarán al niño a "absorber el ambiente" a las "nébulas", que generan, mediante procesos consecutivos, los cuerpos celestes[1]"
Si alguien nos pidiera representar una nébula, es probable que todos la imaginarían como una realidad caótica e inconsistente, y también llena de energía y de una incesante actividad interior. Esta es la mente originaria del niño, una masa indeterminada que genera una fuerza creadora y ordenadora, parecida a las nébulas celestes, etéreas e impalpables, "que también se solidifican y se transforman poco a poco, convirtiéndose en astros y planetas".
Así surge el concepto de nébula, como la energía creadora que guía a los niños a absorber el ambiente. Las nébulas son potencialidades, que, si se solicitan, se desarrollan durante periodos sensitivos específicos, dando lugar a las funciones psíquicas. Esto significa que en el código genético del niño está inscrita la potencialidad de adquisición de una determinada habilidad.
"Por ejemplo, de la "nébula del lenguaje, el niño recibe estímulos y directrices para recrear en sí el lenguaje materno... Gracias a las energías nebulares del lenguaje, el niño será capaz de distinguir los sonidos del lenguaje hablado de los demás sonidos y ruidos que le llegan mezclados en su ambiente, y gracias a ellas adquiere la propiedad de encarnar el lenguaje como una característica racional[2]"
La imagen de la nébula ha sido representada gráficamente por Montessori en la "franja" del lenguaje, que se desarrolla "de la nébula a la expresión consciente en una construcción sintáctica", cuando, cesada la actividad inconsciente de la nébula, esta muere para generar una estrella, con la cual Montessori representa el nacimiento consciente.
La nébula, por lo tanto, tiene su destino, y es la ininterrumpida organización y especialización de su función; se materializa poco tomando consistencia, siempre dirigida por "una potencia misteriosa" que permite al niño hacerse hombre. Desde el principio el niño práctica, entrena, hace nuevos descubrimientos, hasta que surjan las "lucientes estrellas del conocimiento"; llegado a este punto, el niño anuncia al exterior los nuevos comportamientos que ha construido fatigosamente en su interior, como es posible observar en el nacimiento del movimiento:
"Los movimientos que el niño logra no surgen por casualidad, sino que se determinan, es decir, se adquieren durante un periodo de desarrollo específico. Cuando el niño empieza a moverse, su mente ya ha conquistado el ambiente; antes de que empiece a moverse, ha tenido lugar en su interior un desarrollo psíquico inconsciente, y cuando emprende sus primeros movimientos, empieza a ser consciente[3]"
Una vez desarrolladas, estas habilidades nuevas son exteriorizadas por el niño con un estallido entusiasta de conquista; observaremos un estallido del movimiento, del lenguaje, del orden, de la escritura, de la lectura, etc.
"Estas sensibilidades moldean los fundamentos de toda la vida psíquica, fundamentos que se establecen en los primeros años de vida...las nébulas de la sensibilidad encauzan el desarrollo psíquico del recién nacido."
Montessori, a este propósito, requiere para el niño especiales atenciones y cuidados: no hay que limitarse únicamente al "campo de la salud física" sino que debe existir una "norma especial de tratamiento".
La normalización de la Atención
La normalización, según Maria Montessori, es la revelación del carácter natural del niño, mediante un ambiente ideado y predispuesto para él, para favorecer su actividad libre e inteligente.
Es una
liberación de los obstáculos que el mundo adulto pone al desarrollo de las potencialidades del niño. Una auto-curación, mediante una actividad que requiera su concentración, de lo que no fue completamente respetado y favorecido
en él, en la primera fase de su vida.
La energía del niño necesita convertirse en actividad de movimiento, en experiencias concretas vinculadas con la realidad y la vida cotidiana, que deben ser favorecidas por el adulto. Si el ambiente no favorece, o aún peor, obstaculiza la natural manifestación de las energías del niño, su desarrollo desvía. Niños desordenados, apáticos, golosos, egoístas, litigiosos, caprichosos, inconstantes, con dificultades de atención, sumisos, son el fruto de un desarrollo desviado de su evolución natural por parte de los adultos. Los adultos, habiendo perdido el nivel de vitalidad de los niños, no consiguiendo relacionarse verdaderamente con ellos, imponen a los pequeños varios límites de carácter físico y psíquico.
Maria Montessori recomienda prudencia en las relaciones con el niño, por su gran sensibilidad frente a las influencias externas. La intervención en el niño, por parte de alguien que ejerce poder sobre él, es un peligro, “de ahí, la necesidad de medir la intervención del adulto hacia el niño”.
“Es el adulto
quien provoca en el niño sus incapacidades, sus confusiones, sus rebeliones; es el adulto quien rompe el carácter del niño, reprimiendo sus impulsos vitales. Después el propio adulto se esfuerza para corregir los errores, las desviaciones
psíquicas, los relajamientos del carácter que él mismo ha producido en el niño”
Los defectos de carácter en el niño se deben a un tratamiento erróneo que el niño recibió en los primeros años de su vida: si fue desatendido, su mente estará vacía y confundida, porque no se le habrá dado la posibilidad de construirla, si el adulto se sustituyó continuamente a su actividad, será pasivo y mostrará desinterés por todo.
Focalizándose en las actividades propuestas por la escuela, los niños montessorianos consiguen curarse de sus defectos más comunes, que, manifestándose en varias formas, proceden a menudo de la misma causa, la falta de alimentación de la vida psíquica. Si el niño se encuentra en un ambiente adecuado, se revela un “Niño Nuevo” o aún mejor, “el Auténtico Niño” que, de otra forma, nunca se revelaría. Un niño que encuentra motivos de actividad, elegidos por el mismo, respondientes a sus urgentes demandas internas, se normaliza, encuentra una salida natural a sus enormes potencialidades, que, de otra forma, no podrían expresarse.
El niño normalizado vuelve a estar tranquilo, feliz, ordenado, respetuoso del adulto y de sus compañeros, sociable. Calidades originalmente presentes en todos los hombres, de forma natural.
“El método no se ve: lo que se ve es el niño. Se ve el alma del niño que, libre de obstáculos, actúa según su propia naturaleza. Las cualidades infantiles vislumbradas, pertenecen simplemente a la vida, como los colores de las aves y los perfumes de las flores: no son de ninguna manera las consecuencias de un método de educación”.
(…) “Es necesario, por lo tanto, antes de emprender un proceso educativo, implantar las condiciones ambientales que favorecen la aparición de los caracteres normales escondidos. Con este fin, será necesario alejar los obstáculos, y este debe ser el primer paso y el fundamento de la educación. No se trata de desarrollar los caracteres existentes, sino, en primer lugar, de desvelar su naturaleza, y, en segundo lugar, de favorecer el desarrollo de la normalidad”
(…) “Existe una naturaleza escondida en el ser humano, una naturaleza enterrada y desconocida, que, sin embargo, es sencillamente la verdadera naturaleza, la naturaleza derivada de la creación: la salud”.
“La
falta de carácter, los defectos del carácter desaparecen sin necesidad de sermones o ejemplos por parte del adulto. Ni amenazas, ni halagos serán necesarios, solo condiciones normales de vida”
El término normalización figura en un escrito científico de Montessori, titulado “Normas para una clasificación de los deficientes en relación con los métodos especiales de educación”, en el que la pedagoga indica el proceso mediante el cual el niño frenasténico es conducido al estado de un niño normal de tres o cuatro años de edad.
El proceso es médico-pedagógico, basado en la educación higiénica y fisiológica, y tiene como objetivo el restablecimiento del equilibrio físico. Con el experimento llevado a cabo en las Casas de los Niños en Roma, la primera en S. Lorenzo en 1907, este término empieza a indicar definitivamente el proceso de curación psíquica del niño de las desviaciones producidas por las represiones de los adultos, mediante la libre actividad en un ambiente ‘preparado’ para él. En “El Descubrimiento del niño”, en el capítulo “Historia de los Métodos”, la normalización es indicada como el momento previo al trabajo con los materiales de desarrollo y a la labor de la profesora, que debe presentarlos. El niño, para que la acción educativa tenga éxito, deberá ser librado del peso de las represiones sufridas hasta entonces, que lo llevan a ser desordenado, indisciplinado o pasivo.
Para que esto ocurra, es necesario que surja un verdadero interés hacia el ambiente, antes con los ejercicios de vida práctica, y después con el trabajo con los materiales científicos, para realizar el proceso de normalización, punto de partida de la acción educativa. Es necesario que el niño se normalice antes para progresar después. La curación del niño es el punto de partida desde el cual la libertad de acción consolida y desarrolla la personalidad, que se manifestará mediante la disciplina espontánea, la independencia, el trabajo continuo con alegría, la ayuda y la comprensión de los demás y la sociabilidad.
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