EMBRIOLOGÍA

 EMBRIOLOGÍA 

En la búsqueda por penetrar los misterios de la mente absorbente, hemos llegado a la vida prenatal y sus orígenes, hacia la cual se están orientando todos los estudios biológicos de la actualidad. Hasta el día de hoy, el objeto de estudio siempre había sido el ejemplar adulto, ya sea animal o vegetal; para la sociología lo era el hombre adulto. Ahora parece que los científicos se inclinan por el camino contrario y, ya sea para estudiar al ser humano u otros tipos de vid, consideran los ejemplares más jóvenes y sus orígenes. Es por ello que se pone énfasis en la embriología, la vida de la célula germinal, unión de dos células procedentes de adultos. La vida del niño, la que es originada y la que origina, comienza en el adulto y termina con él. Ese es el camino, la trayectoria que transita la vida.

La naturaleza proporciona una protección especial para la cría. Por ejemplo, el niño nace rodeado de amor, su mismo origen es el amor, y una vez que llega al mundo, lo rodea el cariño del padre y la madre, un amor que no tiene nada de artificial o meditado, como sí puede tenerlo el sentimiento fraternal, que toda la gente pensante persigue. Sólo un hijo puede suscitar un amor que signifique sacrificarse y poner la vida al servicio del otro, el ideal de toda moral humana. Pero los padres hacen este sacrificio como algo natural, con alegría, y entonces no lo toman como un sacrificio, ¡es la vida misma! Sin embargo, es una vida más elevada que la de la competencia social y la de “la supervivencia del más apto”. Resulta curioso, pero esta doble concepción de la vida también se observa en los animales; pareciera que hasta los más feroces perdieran sus instintos naturales cuando forman una familia. Se trata de una suerte de imposición de los instintos especiales sobre los más generales, que hace que animales tímidos con un instinto de preservación más desarrollado que el nuestro cambien totalmente sus impulsos y arriesguen la vida para proteger a su prole. Es por ello que Fabre, el gran biólogo francés, llega a la conclusión de que más que las armas con que la naturaleza ha dotado a las especies, lo que asegura la supervivencia es el fabuloso instinto materno. ¿O acaso los tigres no nacen sin dientes y las aves sin plumas? Además, es fascinante ver cómo, incluso en los seres más inferiores, la inteligencia se utiliza para proteger a la cría y no como un mero mecanismo de defensa.

Los científicos del siglo pasado creían que en la célula germinal había una diminuta persona ya formada a la que sólo le restaba crecer, como en el caso de los demás mamíferos, pero no estaba claro si este ser humano en miniatura provenía del gameto masculino o femenino. Gracias a la invención del microscopio se hizo posible efectuar estudios más detallados, y los científicos de entonces tuvieron que aceptar, muy a regañadientes, que no hay nada preexistente en la célula germinal. Esta célula se divide en dos, luego en cuatro, y así, mediante la multiplicación de células, se forma el ser. Los avances en el campo de la embriología han llevado a descubrir que lo único que hay es un esquema de construcción preestablecido con todas las características de un razonamiento inteligente. Así como para construir una casa se empieza por acumular ladrillos, el embrión acumula células por medio de la subdivisión; con estas células levanta tres muros, dentro de los cuáles se construirán los órganos. Este proceso es extraordinario: se inicia en una célula, un punto, y alrededor de ese punto tiene lugar una desenfrenada subdivisión; mientras tanto el ritmo e multiplicación en los otros sectores se mantiene igual que antes. Se ha descubierto que una vez que termina esta actividad fervorosa, se ha creado un órgano. Quien descubrió este fenómeno lo explicó de la siguiente manera: son puntos de gran sensibilidad alrededor de los cuales se construye algo. Cada órgano se desarrolla por separado, como si su único propósito fuera crearse a sí mismo. En su intensa faena, las células que rodean cada centro se encuentran tan unidas, tan compenetradas con lo que podríamos llamar su ideal, que mutan y se vuelven diferentes a otras células, y toman una forma especial según el órgano que se esté creando. Una vez que los distintos órganos se han constituido independientemente, algo los empieza a interrelacionar, y cuando ya están tan unidos que no pueden vivir el uno sin el otro, nace el niño. Primero, los órganos se conectan a través del sistema circulatorio, y luego, la unión se completa por medio del sistema nervioso. El esquema de construcción se revela como una operación entusiasta gracias a la cual se crea algo, y una vez que los órganos empiezan a existir, se deben conectar, unir, para que aparezca un nuevo ser viviente, Todos los animales superiores se ajustan a este plan de construcción, el único que existe en la naturaleza.

Pareciera que la construcción de la psique humana sigue los mismos lineamientos. También se inicia a partir de lo que a simple vista es la nada, pues psíquicamente hablando, tampoco parece haber nada construido en el recién nacido y los órganos se crean en torno a un punto de gran sensibilidad. En este caso también se acumula material y la encargada de hacerlo es la mente absorbente. Luego aparecen puntos de sensibilidad extrema, los que desarrollan una actividad tan intensa que un adulto apena si podría imaginarla, como en el caso de la adquisición del lenguaje. No es la psique lo que se desarrollará a partir de estos puntos, sino los órganos que la psique necesitará. También en este caso se desarrolla de forma independiente cada órgano, como en el caso del habla, la capacidad para medir distancias u orientarse en un medio cualquiera o para pararse en dos piernas y otros movimientos coordinados. Cada uno se desarrolla alrededor de un interés tan pronunciado que hacen que al niño le resulte especialmente atrayente un determinado grupo de acciones. En cada caso, una vez que el órgano se ha formado, desaparece la sensibilidad; cuando todos los órganos están en condiciones, se unen y generan la entidad psíquica.

Obviamente, no se puede comprender la construcción de la psique del niño si no se conocen estos períodos sensitivos y el orden en el que se manifiestan. A veces se nos dice que las generaciones anteriores no sabían nada de esto y sin embargo los niños crecían sanos y fuertes; pero no debemos olvidar que vivimos en una civilización muy artificial, en la que se adormecen o eliminan muchos de los instintos naturales con los que la naturaleza ha dotado a las madres. Hasta una madre de vida sencilla puede ayudar al niño instintivamente en su período sensitivo, ya que al llevarlo consigo a todas partes y protegerlo con su amor materno le proporciona el medio necesario. Pero a las madres de hoy ya no les queda mucho de ese instinto, y la humanidad se encamina hacia la degeneración. Por lo tanto, es tan importante estudiar las etapas del instinto materno como las del desarrollo natural de los niños, pues se supone que ambas se complementan. Las madres tienen que retornar la cooperación con la naturaleza, o la ciencia tiene que hallar alguna manera de proteger y alentar el desarrollo psíquico del niño como, en su momento, halló la manera de proteger y alentar el desarrollo físico. El amor maternal es una fuerza, una de las fuerzas de la naturaleza, y los científicos deben dedicarle su atención para que las madres puedan colaborar conscientemente, ya que no pueden hacerlo instintivamente. La educación tiene que enseñarles que desde el nacimiento pueden proteger conscientemente las necesidades psíquicas de sus hijos y que no es conveniente delegar estas funciones en guarderías impecablemente higiénicas con niñeras muy bien preparadas pero que apenas satisfacen sus necesidades físicas. Es un hecho comprobado que esos niños hasta pueden llegar a morir de un mal que llamaríamos inanición mental o simple aburrimiento.

Esto quedó demostrado de modo impresionante en una ciudad de Holanda donde se creó una institución que enseñaba a los padres de escasos recursos a cuidar a sus hijos higiénicamente. A los niños pobres que habían perdido a sus padres se los mantenía en condiciones científicamente perfectas, con buena alimentación y al cuidado de niñeras instruidas en los últimos adelantos en materia de higiene. Pero en este grupo se expandieron las enfermedades y hubo muchos niños que murieron; en cambio, los niños pobres que habían llegado a la clínica con sus padres no sufrieron ninguna enfermedad y por supuesto estaban mucho más sanos que los agraciados hijos de la higiene.Entonces los médicos comprendieron que faltaba algo vital en su institución e implementaron algunos cambios. Las niñeras comenzaron a portarse como las madres lo hacen con sus propios hijos, los alzaban y jugaban con ellos; hacían lo que hacen las madres que no saben nada de estos cuidados científicos y se guían por el amor natural, que no sobreprotegen a sus hijos ni los aíslan de otra gente…y así los niños comenzaron a crecer sanos y felices y a sonreír.